lunes, 1 de marzo de 2010

PUTO


Daniel Pulido es el autor de este cuento incluido en esta publicación leonesa, cuyo argumento narra explícitamente el encuentro sexual entre un indio y una rubia extranjera. De manera particular me parece muy acertado el matiz que se hace en defensa de la raza indigena, por los males causados a travez de la ocupacion y el dominio extranjero, que tan solo por unos sudorosos minutos los personajes intercambian. Ojo que el detalle de las letras puede herir susceptibilidades, asi que si Usted es facilmente impresionable, hiperéstesico o simplemente mojigato/a le sugiero no seguir leyendo.

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Aparicio se buscó aquella novia rubia y blanquísima porque lo carcomía la curiosidad de ver y sentir cómo su tallo moreno penetraba aquella oquedad color rosado pálido escasamente provista con unos vellos crespos y desordenados. Cuando finalmente logró su cometido se enamoró perdidamente de tan sublime visión y tan celestial sensación: de rodillas él, encajado al centro de la rubia tendida en el lecho con sus piernas largas lampiñas abiertas de par en par ofreciendo el rosado manjar pulposo palpitante.

Él con pleno dominio de la situación en la cual veía cómo toda ella se sacudía y jadeaba ante las embestidas. Pelos negros contra vellos rubios, choque acelerado de cajas pélvicas; él con la potestad de aventarse cuando le da la gana sobre la carne desnuda de su amante y prenderse a punta de succiones, lamidas y mordiscos, de los pezones erectos de la rubia, para estirárselos mientras el zangoloteo entra en lo fino; asaltando después cuello, hombros, labios, ojos, orejas, irguiéndose para escupir al centro de la zona de lubricación, caoba entre blanco, después rosado, después colorado. Y aquella curiosidad viajando más rápido, ella levantando de vez en cuando la cabeza para tener el gusto de verse acometida, invadida por otro continente, desbordada por la nave de guerra que le calienta el vientre.

Aparicio escurriendo sobre ella, lloviendo desde su pecho y su pelo sobre el territorio ya conquistado poblado de lunares rosados que parecen pueblitos vistos desde el espacio, cruzado de venillas azules que semejan ríos y riachuelos.

La boca de la mujer en total desparpajo recibiendo los dedos, hurgando con su lengua entre las uñas terrosas de Aparicio. Observándolo atónito con ojos de diosa nórdica, empapada la espalda contra los tendidos del tálamo, buscando respuestas en los ojos del muchacho que ríe mientras ella despega la cadera del lecho, la arquea convexa como declarando la batalla final antes de la capitulación definitiva, con las nalgas fruncidas al aire, dejándose asir firmemente de las crestas iliacas, mientras Aparicio le sacude todo el esqueleto de abajo hacia arriba, caoba rojizo entrando y saliendo en rojo rojizo.

Curiosidad al fin y al cabo, una curiosidad bien satisfecha: el conquistador ingenuo esta vez se alza con los espejitos verdes mientras la conquistada regresa feliz a su lejano reino donde tiene el oro a buen recaudo.

Daniel Pulido
Las puertas del Cielo, Diciembre 2009

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Pero si por el contrario le pica el gusanito (de la curiosidad) y aprovechando que hoy no amaneció con ganas de quitarse la vida ahorcándose en un palo de chiltomo, quiere lanzarse otro cuentecito leonés para comenzar bien la semana y el mes, le recomiendo tirarse mas luego (cuidando que no lo chotee su jefe/a) otra obra del señor Pulido: Hasta que el fastidio nos separe en el cual se abordan los convencionalismos a los que nos sometemos por nuestra libre y espontánea voluntad social y que acaban en muchos casos siendo nuestro propio epitafio. Muy buena narrativa.


La tuani

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